MIGUEL A. GÓMEZ-MARTÍNEZ

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El niño de las partituras


El niño de las partituras

2016-02-06

Fue el primer español en dirigir la Filarmónica de Viena a los 27 y ha llevado su batuta a grandes orquestas

Miguel Ángel Gómez Martínez nació en Granada un septiembre como Dios manda, de esos en que a mediados de mes refrescaba. Llevaba la música en las venas desde el primer llanto, contemplado por sus padres, que también se dedicaban a la cosa de transformar notas en emociones. Ha tenido en su vida tres grandes pasiones: una incorpórea, la música; y otras dos con nombre de mujer: Pepita y Alessandra. Tres referencias de largo recorrido.

La primera, la música, ha vertebrado toda su existencia. Nuestro protagonista leía partituras mucho antes de tener la dentición completa. Con cinco años ya se examinaba en el Conservatorio y con siete ya le enmendó la plana al maestro Faus, que tiene una calle cerca del Serrallo por haber sido director de la Banda Municipal de Granada durante treinta años. El entonces pequeño director se puso al frente de los músicos consistoriales en el quiosco del Salón pero se dio cuenta de que en la partitura que manejaban José Faus y los músicos había una errata... y claro, no se lo calló.

Ya en su etapa de formación se acostumbró a hacer la maleta, algo en lo que se ha hecho casi tan expeno como en interpretar pentagramas. Madrid y Estados Unidos fueron sus primeros destinos. Profesor de piano a los 13 años, virtuoso a los 17, director de orquesta a los 21. El primer español en dirigir a la Filarmónica de Viena a los 27. Alumno del mítico Hans Swarowski, ha trasladado su método a la idiosincrasia hispana calidez, sonrisa, afabilidad, cercanía sin ceder un ápice de rigor profesional. No es un mono de circo. No esperen que haga ni un gesto de más mientras dirige. No esperen espectáculo. No esperen una mirada reprobatoria al músico que pierde una nota, aunque su finísimo oído se da cuenta de todo. Vaya si se da cuenta.

Quizás por ese respeto que tiene por el trabajo de sus compañeros de escenario se ha ganado la confianza de centenares de orquestas por el ancho mundo, y de otros tantos cientos de solistas. El perfil de un director de orquesta como este que nos ocupa hoy puede convertirse en una interminable lista de ciudades y apellidos. Bástenos saber que los ha dirigido a todos, en todos los teatros de prestigio que se les puedan venir a la mente, en todos los festivales veraniegos, invernales, otoñales y primaverales que se les ocurran. En todos los que tienen un sitio en el calendario internacional, allí ha estado Gómez Martínez.

Por eso, cuando se nos planteó la oportunidad de celebrar el 75 aniversario de esta casa con un concierto clásico, sobre la tarima no podía estar otro que él. Y con él venia del brazo nunca la olvidaremos la segunda gran pasión de su vida, de nombre Pepita Martinez Camacho. En 2007 una venerable dama, pero cuatro décadas antes, una excelente pianista que amenizaba las fiestas de la alta sociedad en los cafés y palacios vieneses, escoltada por aquel joven estudiante de dirección de orquesta. Miguel Ángel nunca se separó de su madre. Repite con frecuencia que a ella le debe el hombre que hoy es, y le correspondió devolviéndole todo el cariño y la dedicación que ella derrochó desde su más tierna infancia. Otro de sus amores de largo recorrido.

De la amistad al amor

El tercero se transformó de amistad en amor hace relativamente poco. El último nombre de mujer que ha marcado su existencia, y que sea por muchos años, es granadina, como su madre, como él mismo. Alessandra RuizZúñiga se llama. Una señora impresionante y una impresionante señora. No podía ser de otra manera. Profesora de ballet, pedagoga y alto cargo de la Unesco. Casi nada al aparato, como decimos por aqui. Y sobre todo, alguien que entiende mejor que nadie lo que significa vivir con un director de la talla de su marido.

En las distancias cortas. Miguel Ángel es un hombre de mundo, con todo lo que ello supone. Generoso hasta decir basta, en eso rompe con la fama de 'agarraos' del género granadino. Pulcro, ordena hasta las cáscaras de las cigalas cuando se las come, de tal manera que parece que no se las ha comido. Tiene pareja destreza con la batuta y con los cubiertos. Amante del pescado en la mesa, su verdadera pasión son las humildes pijotas. Gracioso, capaz de enlazar una anécdota con otra. Extremadamente cariñoso. Tranquilo siempre una de sus frases favoritas es 'No pasa nada, y si pasa se le saluda, respetuoso siempre, pero con carácter, y si no, que se lo pregunten a algún renombrado y difunto director artístico, belga para más señas.

Sabe lo que vale, pero no es un engreido. Vuelve, después de 30 años, a ser el titular de la Sinfónica de RTVE Sus grandes amigos. José Luis Castillo'Kastiyo' sin cuyos recuerdos este perfil no podría haberse redactado y Maribel Calvin, además del que firma, le esperamos pronto en esta su ciudad.

IDEAL JOSÉ ANTONIO MUÑOZ