MIGUEL A. GÓMEZ-MARTÍNEZ

Prensa

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Teatro Monumental. Temporada de la ORCTVE


Teatro Monumental. Temporada de la ORCTVE

2016-10-14

Obras de Ravel, Martín Quintero y Mozart. María Espada (Soprano), Mireia Pintó (Mezzosoprano), Agustín Prunell-Friend (Tenor), Thomas Stimmel (Bajo). Orquesta y Coro de RTVE. Miguel Ángel Gómez-Martínez, dirección.

Pasar de la fiesta al final de nuestros días, de la alegría de una tierra evocadora para los músicos de principios del siglo XX a la última parada de todo ser humano ideada por un austríaco. En medio, experiencias, sensaciones… Una vida entera llena de disparidades. ¿Se podría partir de estos elementos para conformar un concierto medianamente equilibrado e interesante? Sin duda alguna, esta fue la pregunta que más de uno pudo hacerse antes de entrar al Monumental, ávido de disfrutar una vez más de la Orquesta y Coro de RTVE. Como punto de partida del viaje propuesto, el espectador ha de apelar a la evocación, a lo más emocional que cada uno tiene en su interior. Elemento clave para comprender esta invitación es la pieza de Ravel con la que el programa comenzaba, obra plena de elementos extraídos de la más pura tradición española popular, y que desembocaba en la célebre misa de difuntos de Mozart, obra emblemática del siglo XVIII musical.

Sin duda alguna, esa estación de salida que nos proponía la OCRTVE no pudo ser más acertada, con una majestuosa Rapsodia Española. La Orquesta supo extraer lo mejor de la partitura, haciendo de la pieza de Ravel un auténtico sueño musical cargado de melodías ejecutadas con una gran delicadeza sonora y un catálogo amplísimo de dinámicas que la orquesta hizo suyo. Nadie puede dudar que el compositor francés fue el gran orquestador del siglo XX, sobre todo después de escuchar el entramado que conforma la obra, basado en numerosas melodías de carácter popular y ritmos que nos recuerdan a lo exótico, como la habanera, el gran paradigma musical de los impresionistas franceses junto con nuestro país.

Enlazar una obra de Ravel con otra de Mozart programando una pieza de estreno puede ser un arma de doble filo, al levantar una obvia expectación que siempre puede peligrar en el caso de que al público no le agrade. Este no pudo ser el caso, ya que la la obra de Francisco Martín Quintero: Ortografía Sonora, fue un más que notable “enlace” musical contemporáneo entre dos piezas de repertorio tradicional. La partitura, dotada de una plantilla orquestal de dimensiones considerables con un especial desarrollo de la percusión, está plena de efectos sonoros que nos permitieron crear un espacio sonoro en el que escuchar recurrentes sonidos de aves o gritos en los tutti orquestales.

Y llegó la obra más esperada por el público: el Requiem en re menor de Mozart. Es en este momento en el que muchos se llevan las manos a la cabeza al ver que lo que escuchan no concuerda en gran medida con esas versiones consideradas de referencias que guardan en su memoria. Y no es para menos, ya que en ocasiones la labor de escucha fue un tanto difícil debido a los pequeños pero significativos fallos que retumbaron en los oídos de algún que otro espectador. Sin duda alguna, la Orquesta y Coro de RTVE supo realizar una más que correcta ejecución de la pieza, empleando la misma agilidad demostrada durante la pieza de Ravel. El coro, que se sumaba al escenario para la interpretación de la obra, fue el gran protagonista de la obra gracias a su emocionante y gran interpretación de la partitura, la cual fue deslucida en parte por los siempre temidos finales de frase que no acaban a tempo y crean una nube de aquellas que se abalanzan sobre el oyente. El cuarteto solista compartió protagonismo con el coro, con una María Espada espectacular y potente, haciendo alarde de sus interesantes cualidades vocales que la han llevado a lo más alto de su carrera. La mezzosoprano Mireia Pintó fue una más que digna solista, con una voz aterciopelada que alcanzaba los graves con una gran dulzura. Los dos protagonistas masculinos, Agustín Prunell-Friend y Thomas Stimmel hicieron un muy buen contrapunto a sus compañeras, pero con un desigual protagonismo. El bajo fue el vencedor en esta justa vocal gracias a sus impresionantes graves y su dominio de la partitura, dejando en segundo lugar al tenor, el cual se mostró muy cauto en toda su actuación tras comenzar con un desafinado traspiés.

La mano Miguel Ángel Gómez-Martínez dirigió la agrupación de forma clara y concisa, destacando el hecho de que dos de las tres obras del programa las condujo de memoria. Sin duda, esto permite una mayor conexión entre la dirección y los intérpretes, algo que repercute en gran medida en el hecho musical, aumentando la calidad del sonido hasta llegar a sobrepasar el nivel que ha mantenido de forma constante la OCRTVE durante los últimos tiempos. A su vez, Gómez-Martínez evitó esos excesivos y temidos momentos de silencio entre movimientos, lo que mantuvo una continuidad musical que fue clave para la escucha completa de las piezas y comprensión de las mismas.