2017-10-22
Palacio Euskalduna. Verdi. I masnadieri. Aquiles Machado (Carlo), Marta Torbidoni (Amalia), Vladimir Stoyanov (Francesco), Mika Kares (Massimiliano), Juan Antonio Sanabria (Arminio). Petros Magoulas (Moser), Alberto Núñez (Rolla). Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección de escena: Leo Muscato. Dirección Musical: Miguel Ángel Gómez Martínez.
Comenzaba el pasado sábado 21 la 66 temporada de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera), y lo hacía con una de las óperas menos representadas de Giuseppe Verdi, I masnadieri. También, si mis anotaciones no se equivocan, un 21 de octubre, pero de 2006, empezaba este proyecto ambicioso donde sigue embarcada la Asociación: el Tutto Verdi, o lo que es lo mismo, la representación de todas las óperas (incluido el Requiem) del maestro italiano. Un empeño que va llegando a su fin, ya que con estosMasnadieri ya sólo serán tres (según la cronología que la propia ABAO incorpora en su programa de mano) las óperas que restarán para alcanzar el objetivo propuesto. Tiempo habrá de valorar lo que ha sido (si todo nos acompaña para poder hacerlo) esta aventura verdiana, pero yo, casi en la recta final, ya adelanto que mi opinión va a ser muy favorable, porque las luces, los pros, lo que ha sacado positivamente el aficionado de este proyecto son mucho mayores que alguna sombra que podamos encontrar.
I masnadieri es una de las óperas que se sitúan plenamente en la llamada “época de galeras” de la producción verdiana. Aquella en que, si se me permite la expresión, Verdi trabajó “a toda máquina” para contentar a los empresarios y públicos operísticos de mediados del novecento. Basado en la primera obra dramática de Schiller, el libreto lo elaboró un amigo personal de Verdi, el reputado germanista Andrea Maffei, pero, que evidentemente, no supo crear un entramado teatral demasiado creíble que sostuviera la música del maestro. Se comenta que éste, muy acostumbrado a participar activamente en la elaboración de los libretos de sus óperas, en esta ocasión hizo muy pocas correcciones quizá por no ofender o entrar en conflicto con el que siempre había sido un buen apoyo para él. Sea por lo que fuere, el texto de I masnadieri, aunque dentro de los parámetros románticos y cumpliendo muchos de sus requisitos estéticos e ideológicos (lucha por la libertad, amores desdichados, venganzas y traiciones) no acaba de cuajar y resulta deslavazado y dramáticamente flojo. Verdi, que había escrito justo antes la estupenda Macbeth, no consigue los mismos resultados y aunque algunos números presagian avances de su futuro musical, la sensación general es de que estamos oyendo un Verdi más conectado con el pasado que con lo que vendrá.
No deben encontrarse en la actualidad muchos cantantes que en su repertorio tengan los papeles principales de I masnadieri. De hecho el reparto elaborado en un principio por ABAO ha sufrido varios cambios (que, por cierto, la Asociación se ha limitado a ir reflejando en su página web sin emitir ningún comunicado al respecto) que al final han conseguido un elenco bastante compacto y de resultados, en general, de buen nivel. El papel protagonista de Carlo lo asumió un cantante con una sólida carrera como es Aquiles Machado. En el Euskalduna ha cantado en varias ocasiones y los resultados han sido siempre satisfactorios. Machado sigue conservando un buen estilo verdiano, un timbre bello y un centro donde se reconoce su calidad. Pero el tercio más agudo no tiene los mismos rendimientos y fue aquí donde el cantante venezolano no estuvo al nivel que se requiere. La voz sonó insegura, los agudos destemplados y en general hubo una sensación de agotamiento en esta zona. No destacó en ninguna de las arias con auténtico sello verdiano de su papel, pero pudimos recordar la calidad de su canto en el diálogo previo al conocido “racconto” con su padre, quizá su mejor intervención de la noche. Actoralmente también estuvo bastante plano aunque la producción, que ya se comentará, tampoco exigía grandes esfuerzos.
Después de dos intentos fallidos, el papel protagonista femenino recayó en la joven soprano Marta Torbidoni, que había cantado Amalia en el Festival Verdi de Parma. Fue una grata sorpresa, pues demostró dominar completamente su rol tanto actoral como vocalmente. En este apartado su canto tiene un vibrato natural muy característico formando parte de una voz juvenil y expresiva, con facilidad en cualquier parte de la tesitura. Aunque hubo algún agudo menos redondo, estuvo estupenda en todas las agilidades del papel destacando su aria del II acto “Lo sguardo avea degli angeli”. Resultó ser la grata sorpresa vocal de la noche y fue merecidamente aplaudida por el público al finalizar la función. Vladimir Stoyanov también ha pisado en varias ocasiones las tablas del Euskalduna. Siempre he reconocido en él un barítono solvente y con un timbre que se adapta muy bien a la escritura verdiana. Nunca arrebata, pero siempre cumple con holgura y facilidad y en esta ocasión no fue menos. Su Francesco, el malo de la historia, estuvo muy bien dibujado y sobre todo en su aria de presentación “La sua lampada vitale… tremate o miseri” estuvo francamente bien.
El bajo Mika Kares demostró también su tremenda calidad en sus intervenciones que si no son muy extensas, sí que son, sobre todo el ya nombrado “racconto” de gran calado. En este pasaje, donde el atribulado padre de Carlo y Francesco cuenta sus desgracias de esa forma que presagia la narración de Azucena en Il trovatore, demostró ser un cantante que conoce perfectamente los resortes del lenguaje verdiano, siempre con un fraseo elegante y limpio. Excelente. Muy bien el Arminio de Juan Antonio Sanabria y el Moser de Petros Magoulas y correcto el Rolla de Alberto Núñez. I masnadieri cuenta con numerosos números para coro masculino y esta sección del Coro de Ópera de Bilbao se lució ampliamente en ellos. Muy bien compactados (aunque hubo algún desajuste entre coro y orquesta en los pasajes más acelerados, que supongo se irán ajustando en futuras representaciones), su labor se puede calificar de sobresaliente.
Repetía en el foso bilbaíno el conocido director español Miguel Ángel Gómez Martínez que supo pilotar con mano segura esta nave verdiana. Aunque en la obertura pudiera parecer que sus tempi iban a tender a la lentitud no fue así y toda la ópera tuvo un ritmo adecuado sin caer en ralentizaciones poco acordes con el espíritu de Verdi y sin exagerar esos momentos más exaltados que son marca de la casa en las partituras del compositor en estos años. Excelente también la Orquesta Sinfónica de Bilbao, que volvió a demostrar que es una formación segura y con un sonido redondo y brillante.
La producción la firmaba el debutante en ABAO Leo Muscato y proviene del Regio di Parma. Salvando una buena iluminación de Alessandro Verazzi, poco se puede decir de una escenografía que podría servir para mil y una óperas, formada por una plataforma entablada, y unos paneles semitransparentes que cerraban el escenario. Las distintas situaciones se marcaban con unos pocos elementos de atrezzo (con un abuso excesivo del candelabro) y el añadido de unos troncos cuando había señalar que nos encontrábamos en un bosque. Poco más. El vestuario trasladaba la acción a mediados del siglo XIX y el movimiento de actores, siendo correcto, tampoco deparó ninguna innovación u originalidad.
Una representación, pues, correcta de una ópera que no es memorable pero que nos hace acercarnos un poco más a ese hito que supondrá conseguir representar “Tutto Verdi”.
PLATEA MAGAZINE.