2022-11-12
Se suponía que este concierto de abono de la Orquestra de València era un homenaje a la inolvidable soprano eldense Ana María Sánchez, fallecida el pasado septiembre. Ni una sola línea en el programa de mano sobre ella. Ninguna referencia durante el concierto. Ana María, tan vinculada al Palau de la Música -también al maestro Gómez Martínez, con el que tantas noches de gloria operística compartió-, merecía y merece algo más, mucho más, que este mudo homenaje que se limitó a incluir en la portada del programa un gélido “Ana Mª Sánchez (1959-2022) In memoriam” que hasta le escamoteó escribir con todas las letras su nombre María. La memoria, de ANA MARÍA SÁNCHEZ, su carrera, generosidad y cercanía con el Palau de la Música reclamaban y exigen bastante más que este ignominioso paripé.
Dicho esto, hay que decir que el concierto fue, con evidencia, el mejor de lo que lleva de temporada la Orquestra de València, que por fin, de la mano de su antiguo titular y tras los deficientes conciertos iniciales, ha retomado su nivel acostumbrado en un programa en absoluto fácil, cargado de compromiso instrumental y expresivo. Miguel Ángel Gómez Martínez (1949), maestro de inapelable solvencia en ensayos y podio, trabajador puntilloso y preciso, hizo que la cuerda recuperara empaste y redondez, y que los vientos sonaran con fuerza sin estridencia y desenvuelto sentido melódico. La desnuda obertura de El rapto en el serrallo de Mozart fue anuncio de esta clara recuperación que luego se categorizó en la operita El teléfono, de Menotti, y, ya en la segunda parte, en el fastuoso poema sinfónico Sheherezade, de Rimski-Kórsakov, del que Gómez Martínez, como siempre fiel hasta el milímetro a la partitura, propuso una versión novedosa en tempi y fraseos. Restó almíbar y cartón piedra sin desnaturalizar por ello la fantasía y fastuosidad que vuelca Rimski a través de su genio orquestal y ensueño creativo. Accidentales deslices instrumentales apenas enturbiaron una versión que contó con el protagonismo del violín veterano de Anabel García del Castillo.
Fiel al metrónomo y a sí mismo, el maestro granadino planteó el primer tiempo más lento de lo acostumbrado, mientras que el último, “Festival en Bagdad”, se aviva sin precipitación ni caos, lo que obliga a una rápida y atenta respuesta de una orquesta. A la OV se la sentía -y veía- encantada con la vuelta de su antiguo maestro, quien, como siempre y a pesar de que el programa era casi todo él nuevo en su repertorio, lo dirigió de memoria, incluida la operita de Menotti. Tres años después de su último concierto con la OV, Gómez Martínez cosechó un éxito bien labrado y total, con el aplauso manifiesto al final del concierto de músicos y público. Qué vuelva. Orquesta y público lo quieren y le quieren.
El Teléfono -25 minutos de ópera estrenados en 1945- es una composición casi camerística, que requiere un mínimo dispositivo instrumental, además de una soprano, un barítono y un maestro ducho en estas lides. Gómez Martínez, maestro de maestros en el universo lírico, que ya dirigió a la Orquestra de València -en febrero de 2006- la ópera de Menotti Amalh y los visitantes nocturnos, brindó una versión pulida, con chispa, gracia y evidente colorido orquestal, incluido el rojo chillón del teléfono años setenta que coprotagoniza el trío amoroso (ella, él y el incordiante cachivache). Lástima que la traducción del divertido libreto, en inglés, firmado por el propio Menotti, no se proyectará como sobretítulos en el escenario. Sí se incluyó en el programa de mano -en estupenda traducción de Antonio Gómez Schneekloth, autor igualmente del certero comentario incluido en el mismo-, pero su lectura roba concentración y atención a la acción escénica.
La soprano tinerfeña Raquel Lojendio defendió con correcta discreción y muy ajustada en los episodios más agudos una visión paródica que adoleció de frescura, ironía y ligereza. El barítono barcelonés Josep-Ramon Olivé lució clase, temple y vocalidad. El teléfono, el chisme que completa el “trío amoroso”, sonó tan impertinente como siempre. No sé qué hubiera pensado nuestra querida ANA MARÍA de todo esto. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 12 de noviembre de 2022.